Cuando yo tuve a mi primera hija Alejandra, me tuvieron que hacer una cesárea de urgencia al comenzar su corazón a latir más lento, lo que en lenguaje técnico se llama “bradicardias”. La ginecóloga que era amiga de mi marido, con buen criterio, decidió que ante el sufrimiento de mi niña había que sacarla lo antes posible, cosa que le estaré eternamente agradecida por tomar esa decisión, ya que salvó la vida de mi hija ( 1.-).
Justo en el momento del parto, en el que yo estaba despierta, consciente, pero dormida de cintura para abajo con la anestesia epidural, sólo me podía dar cuenta de los empujones y los zarandeos de intentar sacar a la niña. En ese momento frío, dentro de un quirófano, con un montón de gente que no conoces y a los que tampoco les ves las caras, en el que tienes una mezcla de emociones, donde te inunda el miedo porque no sabes qué es lo que está ocurriendo, resulta, que de un momento a otro nace tu pequeña, a la que tú no has visto ni de refilón porque tienes delante un paño verde tapando toda la zona quirúrgica y no te das cuenta de nada ni llegas a sentir la importancia y la trascendencia que tiene ese momento en la vida de tu pequeña y en la tuya también.
Después de limpiarla y ponerla su ropita y después de que pasara el tiempo de suturar mi cuerpo roto, pude ver a mi hija, pero no tengo un recuerdo nítido de ese primer momento que compartimos juntas, de esa conexión y ese vínculo que se supone que toda madre tiene que tener con su pequeño.
Todo esto inconscientemente yo lo tenía dentro de mí, no sabía muy bien ni cómo ni porqué pero sabía que mi segundo hijo tenía que nacer por parto natural.
Cuando mi segundo hijo nació, Angelito yo me encontraba trabajando en un servicio de Neonatología de un hospital, donde se cuidaba mucho el vínculo y se hacía el denominado “piel con piel” . Tenía constancia de la importancia de ese primer contacto íntimo entre la madre y el recién nacido, momento en que los dos están con mayor predisposición para crear ese vínculo debido a la “oxitocina”, hormona de la que hablaremos largo y tendido en otro momento. Y aunque en esos momentos no sabía mucho más de todo eso tenía claro que mi segundo hijo tenía que nacer de forma natural y tenía que estar conmigo desde el principio. Tal fue mi convencimiento de que fuera así que lo hablé con mi ginecóloga y mi hijo tuvo que salir a duras penas con fórceps porque no terminaba de progresar. Solo le faltó a la ginecóloga subirse encima de mi tripa para empujar…Pero ese primer momento con mi hijo y ese vínculo y ese enamoramiento que se produce entre una madre y su bebé sí lo recuerdo y lo tengo presente con mi hijo, esa sensación de cercanía, de protección, de no haber nada más, de estar ahí para él.
Esto, ahora que sé lo importante que son esos primeros momentos en el apego, en ese vínculo que se crea entre un recién nacido y su madre desde el nacimiento, sé que es algo que puede pasar. Es más habitual de lo que nosotros nos pensamos que este vínculo se vea comprometido y se interrumpa por las circunstancias concretas en que se produce el parto, o como consecuencia de separaciones forzosas, unas veces inevitables y otras veces por propia elección. El caso es que las separaciones entre una madre y su bebé en el inicio de la vida y en los primeros meses de vida, influye negativamente en la formación de ese vínculo y con ello se ve comprometida su seguridad. Lo que más necesita ese bebé es la cercanía de una madre (o un cuidador principal) que les aporte seguridad al garantizar su supervivencia. Ellos como seres totalmente inmaduros y dependientes saben internamente que necesitan a esa figura y que su vida depende de ello.
Afortunadamente estas situaciones no son determinantes para que el vínculo no se pueda dar, puesto que la cercanía que posteriormente podemos ofrecer a nuestros hijos, la empatía, el responder de una manera sensible a las necesidades de nuestros hijos y a sus deseos… eso es lo que va a dar lugar a que ese vínculo se desarrolle y se afiance a lo largo del desarrollo de nuestros hijos. Si nos lo proponemos, nunca es tarde para crear un apego seguro…
Me han entrado dudas de compartir esto con mi hija, con el temor de que pensara que por este motivo, es menos querida o que esto puede hoy en día influir en lo que significa ella para mí y lo importante que es en mi vida. Pero el vínculo que hoy en día tengo con ella, me da la confianza y la seguridad de que entenderá que el hecho de que se dieran esas circunstancias durante su venida al mundo, no determinan lo que yo siento por ella y lo que lucho y seguiré luchando porque ese vínculo y esa confianza sean fuertes e indestructibles. Esto no significa que en el funcionamiento del día a día, puedan surgir como es natural, momentos donde el estrés, las dificultades al poner límites, los enfados por no cubrir sus necesidades o no cumplir sus deseos…multitud de situaciones que entran dentro de lo que es ser padre y educar, donde ese vínculo se puede romper o verse comprometido, porque somos seres humanos imperfectos y llenos de defectos.
Y a ti, ¿Te Ha Pasado Algo Parecido?. Cuéntame Si te apetece, como fueron esos primeros momentos con tus hijos.